La maldición de los Panero, 1
(Mientras leo Babelia):...cuando la literatura prometía la vida entera, poseerla, acariciarla bella y comprensible al fin. ¿También en el aprendizaje de la literatura -como en el de la vida- hay una decepción? ¿Tampoco como escritor he llegado a ser el hombre que esperaba?
El Club Vradbury II: La venganza.
Je me souviens... Me acuerdo de Ugarte y Abelenda, sintiéndonos dioses minúsculos y gloriosos, inventando vidas de papel en conversaciones que adquirían el ritmo de sucesivas y vertiginosas tazas de café... Aún quedaba todo por delante, pero era delicioso demorarse en esa dulce expectación, esa ensoñación compartida de cada viernes por la tarde. Y sentir, como literatos de manual, una herida abrirse cada vez que una nueva idea nacía (a veces nos peleábamos, no por quedárnosla, sino por endosársela al otro) y pasaba a engrosar ese fondo común que con los años ha devenido fosa común
(nota mental: evitar el palabrismo a lo Aute)
donde se acumulan tantas expectativas incumplidas, tantos límites aprendidos, tantas derrotas sufridas
(nota mental: escuchar menos cantautores)
Continuará...
(Volviendo a Babelia): "...la luz de los viajes, las huellas que dejan las miradas". "Un profesor de geografías imaginadas". "Ese especialista en públicos escasos, escritor de sombras". (De la crítica a Ya verás, de Pedro Sorela, por Javier Goñi).
Y pienso:
Las verdades del barquero, 1, I: Para escribir hace falta ser escritor.
Pero pienso también:
La trampa del yo es "llegar a ser". No hay mayor traición concebible.
Así que, al final, dejo de pensar, me asomo a la ventana, y pienso entonces:
En la noche, cada ventana es una huída.
...lo cual, obviamente, no soluciona nada, pero me deja lo suficientemente agotado y hastiado como para concederme una tregua de varias horas de sueño.
FIN (por ahora).
Oración final: Bendita posmodernidad, que todo lo permites...
El Club Vradbury II: La venganza.
Je me souviens... Me acuerdo de Ugarte y Abelenda, sintiéndonos dioses minúsculos y gloriosos, inventando vidas de papel en conversaciones que adquirían el ritmo de sucesivas y vertiginosas tazas de café... Aún quedaba todo por delante, pero era delicioso demorarse en esa dulce expectación, esa ensoñación compartida de cada viernes por la tarde. Y sentir, como literatos de manual, una herida abrirse cada vez que una nueva idea nacía (a veces nos peleábamos, no por quedárnosla, sino por endosársela al otro) y pasaba a engrosar ese fondo común que con los años ha devenido fosa común
(nota mental: evitar el palabrismo a lo Aute)
donde se acumulan tantas expectativas incumplidas, tantos límites aprendidos, tantas derrotas sufridas
(nota mental: escuchar menos cantautores)
Continuará...
(Volviendo a Babelia): "...la luz de los viajes, las huellas que dejan las miradas". "Un profesor de geografías imaginadas". "Ese especialista en públicos escasos, escritor de sombras". (De la crítica a Ya verás, de Pedro Sorela, por Javier Goñi).
Y pienso:
Las verdades del barquero, 1, I: Para escribir hace falta ser escritor.
Pero pienso también:
La trampa del yo es "llegar a ser". No hay mayor traición concebible.
Así que, al final, dejo de pensar, me asomo a la ventana, y pienso entonces:
En la noche, cada ventana es una huída.
...lo cual, obviamente, no soluciona nada, pero me deja lo suficientemente agotado y hastiado como para concederme una tregua de varias horas de sueño.
FIN (por ahora).
Oración final: Bendita posmodernidad, que todo lo permites...
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