"Ciencias de la Naturaleza" (dance edit mix)
Cuenta Bryan Livermoore, en sus Audacias del homo sapiens, la celebración de un congreso quimérico y desquiciado; de un lado, una legión de especialistas en las más diversas materias, prestos a rendir la Naturaleza a sus pies; del otro, lo más crudo del otoño, la campiña inglesa y una mansión victoriana proclive a las humedades. Con un verde abrazo, comenzará el combate.
Los primeros días verán caer sobre el bosque una plaga de hombres armados de lupas y estetoscopios, varas de zahorí y contadores geiger. El hombre de ciencia vive en bello y perpetuo entusiasmo; nada escapa a su mirada, aunque con frecuencia los árboles no le dejen ver el bosque. Algunos llevarán esta máxima a sus últimas consecuencias, y, en un intento de comprender al objeto plagiándolo, enterrarán sus pies en la fronda y alzarán los brazos al acerado cielo de octubre. El pensamiento, inevitablemente, se les acabará deslizando hacia lo vegetal.
Mas, ¿cómo contradecir a quien tiene la Razón de su parte? Otros, aún más osados, se despojarán de las ropas que visten de humano al animal, y, desafiando al frío del otoño, marcharán hacia la espesura a hermanarse con lobos y lechuzas; como un coro de borrachos a una sinfonía, sus voces se sumarán en adelante al canto que todas las noches el bosque eleva a la luna. Cuando el viento del norte traiga el invierno a estas latitudes, las encontrará más pobladas que de costumbre; una rara fauna de quimeras las merodea, malcazando con los tenues restos de su memoria hereditaria, abrigándose con los jirones de batas blancas de laboratorio, y disputándole a pájaros y ardillas un lugar entre las ramas, singularmente cálidas, de unos árboles como nunca vio bosque alguno.
Eureka, cantará el viento, en las inmediaciones de la mansión vacía… Eureka.
Los primeros días verán caer sobre el bosque una plaga de hombres armados de lupas y estetoscopios, varas de zahorí y contadores geiger. El hombre de ciencia vive en bello y perpetuo entusiasmo; nada escapa a su mirada, aunque con frecuencia los árboles no le dejen ver el bosque. Algunos llevarán esta máxima a sus últimas consecuencias, y, en un intento de comprender al objeto plagiándolo, enterrarán sus pies en la fronda y alzarán los brazos al acerado cielo de octubre. El pensamiento, inevitablemente, se les acabará deslizando hacia lo vegetal.
Mas, ¿cómo contradecir a quien tiene la Razón de su parte? Otros, aún más osados, se despojarán de las ropas que visten de humano al animal, y, desafiando al frío del otoño, marcharán hacia la espesura a hermanarse con lobos y lechuzas; como un coro de borrachos a una sinfonía, sus voces se sumarán en adelante al canto que todas las noches el bosque eleva a la luna. Cuando el viento del norte traiga el invierno a estas latitudes, las encontrará más pobladas que de costumbre; una rara fauna de quimeras las merodea, malcazando con los tenues restos de su memoria hereditaria, abrigándose con los jirones de batas blancas de laboratorio, y disputándole a pájaros y ardillas un lugar entre las ramas, singularmente cálidas, de unos árboles como nunca vio bosque alguno.
Eureka, cantará el viento, en las inmediaciones de la mansión vacía… Eureka.
1 Comments:
Desde "el horrible mundo bidimensional de la cáscara" (en corresponsalía exclusiva):
Esta mosca de la fruta (;-P) ya tiene bastante problema con tratar de atisbar algo en la niebla que rodea a la manzana (Filosofía), y con embellecer la cáscara mohosa y agujereada (demasiado gusano, I guess) para que otras moscas puedan retozar a gusto en su superficie, como si habitaran la Manzana Ideal-Platónica y Arquetípica y Meganoplástica (lo que viene siendo el Arte)...
Cordialmente tuyo,
Julio The Fly.
P.D.: Toneladas de risas con ese "cognocen" que te has soltado... ;-)
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