Handkianas, 5
En una curiosa costumbre, se aferraba a los nombres de las mujeres amadas -como quien manosea coloridos talismanes- cada vez que le venía a la memoria algún suceso vergonzante en su conducta reciente cara a los demás; el nombre invocado deshacía las nieblas del pudor, en un juego heredado de la infancia lleno de atavismos y supersticiones. Un nombre en particular se le había adherido, y le acudía raudo adelantándose incluso al de la mujer que amaba ahora; el hecho siempre le sorprendía un poco, sobre todo teniendo en cuenta la escasa huella que aquella otra mujer había dejado en su vida. ¿Tenía la memoria, como parecía, sentido del humor?
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