Romeo & Julieta reloaded
(Recupero un relato viejillo, de mi primer periodo de formación, que me ha sorprendido al desempolvar viejos papeles -esto es, hojear el contenido de alguna carpeta de Windows- por su frescura y sencillez. Coming soon: la edición definitiva de Tren en blanco y noir, cuyas galeradas -ejem- estoy corrigiendo justo ahora).
Verona, 2004. A través de los siglos, una pareja arquetípica reproduce y actualiza los esquemas del amor. Hay cosas que tienen una cualidad intemporal; así, la manera en que brillaban los ojos de ella a la luz de la luna, o las palabras que él le susurraba al oído en noches de delirio dulce e interminable. Sobre todo lo demás, el tiempo acaba por imponer sus inflexibles condiciones.
Verona, 2004. A través de los siglos, una pareja arquetípica reproduce y actualiza los esquemas del amor. Hay cosas que tienen una cualidad intemporal; así, la manera en que brillaban los ojos de ella a la luz de la luna, o las palabras que él le susurraba al oído en noches de delirio dulce e interminable. Sobre todo lo demás, el tiempo acaba por imponer sus inflexibles condiciones.
Romeo vuelve a casa, agotado tras una dura jornada tratando de convencer a un cliente de que su mierda es perfectamente vendible, siempre que la avale una sólida campaña de publicidad como la que su empresa, precisamente, puede ofrecerle. Ni siquiera la habitual raya de coca a mediodía ha conseguido sacarlo de un estado levemente depresivo que le viene durando ya semanas: el lento tránsito sin altibajos en que un conformismo hecho rutina ha transformado su vida. Tampoco el olor de la cocina le despierta de su embotamiento, ni las noticias que escupe el televisor y que él, desplomado en un sillón, oye sin escuchar.
Julieta trajina con los cacharros en la cocina, sujeta a esquemas atávicos que ni la modernidad más recalcitrante ha logrado desarmar. Pero ella es una chica de hoy en día, qué menos; su lugar, aquél en el que se siente realizada, está fuera de casa, en un trabajo más bien infame en el que se deja explotar alegremente, con tal de no verse reducida a un estereotipo machista. Su necesidad de salirse de un guión escrito siglos atrás, también, la llevó a negarse a tener hijos, lo que originó la primera gran fractura en su relación con Romeo, tan condenadamente italiano, tan chapado a la antigua. Al fin y al cabo, los Montesco siempre han tenido descendencia, tradicionalmente masculina; algo menos de dos robustos varones sería casi una vergüenza, sobre todo para la mamma, siempre ávida de nietos. En lo que, para consternación de Julieta, están de acuerdo los de su propia sangre, los Capuleto, quienes, tras un inicio de relación algo problemático, han acabado formando con los Montesco una bien avenida familia (en la acepción siciliana del término).
La aún joven pareja comerá en silencio, tras intercambiar un beso desganado y tres o cuatro frases de cortesía. La centelleante pantalla del televisor será el refugio de sus miradas, que no se rozarán más que en sus desplazamientos de un plato a otro. Sin embargo, subrepticiamente, ella lo mirará, constatará el enrojecimiento de sus ojos, cada vez más visible, y se preguntará si es sólo efecto de la droga que le ha sorprendido tomando en ocasiones. Nada sabe de él, de lo que esconde su mutismo, y a medida que éste crece se hace más difícil romperlo, como una barrera física que se hubiera instalado firmemente entre ellos. Por su parte, él es consciente de las miradas clandestinas llenas de preocupación, y las aborrece. Sólo quiere que le dejen en paz, que no rompan su callado ensimismamiento, ese lugar del alma en el que se aferra a la belleza que la realidad no le muestra por ningún otro lado. Bastante tiene con cumplir con los trámites burocráticos de la vida, trabajar y todo lo demás; el resto del tiempo es para él, si consigue sacarse de encima las toneladas de frustración y derrota que los años han ido depositando en su ánimo. Y ella no se lo hace precisamente más fácil, con sus exigencias de romanticismo a la antigua –¡ella, tan moderna!- y su preocupación constante sobre el devenir de su relación, qué nos está pasando, por qué no eres el de antes, y toda esa basura sacada de revistas para mujeres aburridas. Así que se encierra aún más en su silencio, la mira con gesto hosco cuando ella le sonríe tímida, y acaba el plato lo antes posible, para prolongar su aislamiento mental en la soledad de su estudio.
Y así seguirán las cosas, sin más tragedias que una infelicidad larvada, como la de cualquiera, nunca explícita más que en gestos y silencios llenos de significado. Y a nadie le extrañará que él sucumba un día a una sobredosis de droga (seguramente, un intento desesperado de contrarrestar una sobredosis de realidad), ni que ella aparezca el mismo día muerta en su bañera, desnuda en el agua enrojecida por su sangre. Pero lo característico de esta encarnación del mito, el aporte de nuestro siglo a la historia original, es que ambas muertes, por vez primera, no tendrán relación entre sí; ambos amantes morirán en soledad, como vivieron, sincronizados sin saberlo y sin conocer –ni importarles en lo más mínimo- la suerte del otro.
Hasta que renazcan en otra época, en la que, románticos incorregibles, les deseamos mejor fortuna.
2 Comments:
Muy bueno, Sr. Abelenda. Me lo diste a leer en su momento, pero no recordaba lo que parece ser uno de tus mayores aciertos. No voy a escatimar elogios: debe de ser la primera vez que te sumerges de lleno en el realismo, no sé si seco, pero desde luego lo haces de manera muy acertada, con el mito shakesperiano de fondo.
Bravo!
Vaya, gracias por tan halagüeños comentarios, no son merecidos... Es sólo un ejercicio de taller que, hojeando una olvidada y polvorienta carpeta de windows (¿polvorienta?) me ha gustado más de lo que recordaba. Quizá lo mejor de recuperarlo sea precisamente acordarse de aquellos primeros balbuceos en el mundo de las letras, sobre todo de la ilusión que los alimentaba... Y la generosidad con que los acogían los colegas, como ahora haces tú, antes de que la ambición de cada uno (y, mayormente, la vida) se interpusiera en el camino. Pero esto, como todo, forma parte de crecer.
Anyway, seguimos escribiendo, seguimos tambaleándonos hacia ninguna parte... lo que significa que seguimos bien.
(¿alguien quiere escribir un relato con esto?)
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