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Porque la vida no es suficiente

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domingo, julio 30, 2006

De la lectura y sus demonios

Pienso últimamente en lo que significa leer, ese proceso tan delicado, casi orgánico, en que algunos aún nos empeñamos a pesar de todo, en contra casi de nosotros mismos...

Leer es ponerse en contacto con algo que hay más allá de lo inmediato (más allá de las mezquindades del día a día), ergo debemos concederle importancia a ese algo (a mí me gusta llamarlo "lo otro") para seguir siendo lectores hardcore... Esa fe en la importancia de lo intangible, me parece a mí, se va desgastando con el paso del tiempo, a medida que nos hundimos en la trinchera de la lucha cotidiana; a medida, me temo, que vamos descubriendo la escasa cantidad de literatura que hay en la vida (más exactamente, a medida que la mirada se nos tiñe de rutina y dejamos de descubrir o inventar literatura en la vida).

También, leer es (era) ir componiendo, según la clásica metáfora, un tapiz interminable, rico e infinitamente variado, que resumía de algún modo, en el interior de cada uno de nosotros, la experiencia humana (al menos, la manera en que había sido volcada en palabras)... Requiere una curiosidad inagotable, una actitud aventurera seguir componiendo ese tapiz (un tapiz distinto, y esa es la maravilla, para cada lector); en ese sentido, estancarse como lector es creer que ya se ha leído todo, que sólo queda la repetición, el encastillamiento en aquello que ya se descubrió tiempo atrás (y que agotó, probablemente, la cuota de felicidad que nos podía conceder).

También, leer es (era) compartir, una forma de sentirse parte de algo, un ámbito de pertenencia; se pertenece a una comunidad invisible, casi clandestina, donde se comparten deslumbramientos, enamoramientos súbitos (de un autor, de un libro), lecturas inolvidables en las que dejamos parte de nosotros mismos... En ese sentido, el estancamiento de un lector es como un cáncer que probablemente no tarde en extenderse al resto de lectores de su entorno; dejar de compartir es resignarse a vivir el deslumbramiento en solitario, a dejar que nazca y muera en uno; resignarse, en suma, al silencio.

Y por supuesto, leer es (era) distinto para quien además escribe... Una cierta voluntad revolucionaria, política en el más noble sentido de la palabra, lleva(ba) al letraherido a querer transformar lo que le rodea mediante la palabra, aunque (sobre todo si) esa trasformación sólo se llevaba a cabo en el ámbito de la mirada... Escribir es querer formar parte de lo que se lee; querer convertirse en otro creador de sueños que regale a los demás la felicidad que a él le ha sido otorgada por tantos nombres ilustres que, en su panteón personal, siempre se escribirán en mayúsculas... Pero cuando la realidad comienza a mostrarse refractaria a todos los intentos de transformarla, cuando se revela más fuerte y terca que la voluntad del creador, la primera víctima es la lectura, que queda debilitada, desnaturalizada, desgastada de antiguos brillos y convertida, como mucho, en evasión; una antigua fortaleza -en ruinas- en la que refugiarse apenas del frío de la realidad.

Si leer es un proceso orgánico, está amenazado, como todos los demás, por la vejez; una vejez interior, solapada, insidiosa, cuajada de derrotas y promesas amargas para el futuro...

¿Cómo rejuvenecer?

9 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Magnífico Antonio (Julio A.). No me vienen palabras. Tan solo emociones (no sé si te creías capaz de provocar esas "cosas" pero lo has conseguido). Enhorabuena amigo.
Quintín.

3:23 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

¿Cómo rejuvenecer?
Leyendo.
Es un engaño como otro cualquiera, pero es estéticamente aceptable.
José Luis

3:43 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Como cualquier religión que se precie, la de los lectores no es más que una ilusión que permite ir engañando a la muerte y a la tenacidad de lo real, con más o menos acierto estético en la elección de las lecturas.
Lo demás es literatura.

3:11 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

En la línea del último comentario. Es acertada la idea de plantear la lectura como estratagema para burlar a la muerte. Los clásicos son los que consiguen elevarnos por encima de la pared; nos aupan y nos muestran algo que está más allá del cerco que constriñe y amenaza.
Quintín

7:48 p. m.  
Blogger Julio Abelenda said...

O sea, que lo que me viene faltando es "una ración de clásicos", no?... Yo iba más a lo de la lectura como experiencia compartida, como forma de sentirse "parte de algo"; como si leer/escribir no tuviera (no tiene) sentido en el vacío, y fuera necesario poner en relación vida y literatura, no meramente evadirse de la primera en la segunda... Es como un ensanchamiento común de horizontes; por eso es tan desalentador seguir practicándolo en solitario (ejem), sin repercusión más allá de uno mismo...
(Y por eso es imposible ser escritor en Badajoz ;-P)

8:13 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Eso que comentas es otro aspecto interesante de tu reflexión. ¡Son tan vastas tus reflexiones!
Estoy de acuerdo en lo de: "como si leer/escribir no tuviera (no tiene) sentido en el vacío". Por cierto, cuánto tiempo hace que no ensanchamos horizontes comunes. ¡Que no te vemos el pelo! ¡Que ese trabajo tuyo te debe estar sentando fatal! Esta noche podría ser una buena ocasión para juntarnos. ¿Vendrás?
Quintín

12:07 p. m.  
Blogger Julio Abelenda said...

Ejem, qué decir... Me refugiaré en la siempre socorrida sabiduría popular, y argüiré algo así como "a Dios rogando y con el mazo dando", o "en casa del bibliotecario, libros por el suelo", o, o...
(Vale, esto marca el punto más bajo en la historia de este blog)

Decir en mi descargo que el "horario veraniego" de la tertulia es incompatible con la vida de cualquier trabajador decente (ahora comprendo a Ángel y sus arranques de culpa a las 2 de la madrugada "cerrando" cualquier garito...)

Pero volveré...
(es una amenaza)

11:51 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Mis felicitaciones por esta entrada (first, I gess), Don Julio.
Unos apuntes a vuelapluma. Unas preguntas:
1. La lectura es un acto íntimo, tan personal como intransferible. (Las públicas son solo soportables si de poesía tratan; y preferenetemente en la voz del poeta). Produce felicidad incluso si lo que se lee desazona o amarga ¿Un libro, mil lecturas? ¿Una religión, Leo dixit? (pagana, por suspuesto)
2. Existe un tipo peculiar de soledad que yo llamaría soledad compartida. Aquella que se disfruta sólo con alguien. O si no, no. ¿Los libros son soledades compartidas? ¿O las lecturas?
3. La vida es terca y progresivamente más prosaica, fully agreed. ¿por qué piensas entonces que la lectura, entendida como acceso a lo otro, la otra realidad, debe envejecer, debilitarse y ralentizarse? ¿No debería ser al contrario? Estoy seguro de que adviertes la paradoja. Pero ¿por qué?
4. Entiendo la escritura como exorcismo (expulsión de los demonios, acto terapéutico), como catarsis (soledad en soledad), o como exhibicion (vanitas vanitatis, el profesional). ¿Es correcta la taxonomía? ¿Hay más variantes?
5. ¿Existe el lector no escritor, no creador, no transformador? En caso de aserción, ¿es sano ese tancredismo?

10:46 a. m.  
Blogger Julio Abelenda said...

Saludos, Diego, es bueno verte por aquí... Me interesa especialmente la pregunta 3, la aparente paradoja... Creo haberlo dicho en más de una ocasión, pero necesito que entre realidad y literatura haya al menos el más sutil de los puentes, seguir creyendo que se afectan y contaminan de manera irremisible... Ésa es mi fe, mi "religión", y sin ella, desconectando los dos ámbitos, ambos quedan seriamente devaluados: la vida no se puede sólo vivir, y la literatura no se puede sólo leer/escribir... No busco una dualidad, ni un refugio, ni una sabiduría amarga que me convierta en ermitaño de la vida entre las páginas de los libros... Quizá lo que busco es, precisamente, lo contrario: la ingenuidad de quien aún cree en la feliz unión entre vida y literatura.
(Si bien, contradiciéndome a mí mismo, diré que mis modelos al respecto no son precisamente ingenuos: Handke y Onetti practican, de muy distintas maneras, esa alquimia que yo busco...)
Por lo demás, claro que hay lectores "no-transformadores", y no hace falta recurrir al consabido ejemplo de los lectores de "thriller vaticano" (Leo dixit)... Un mal libro, un mal momento, el hastío y veinte mil cosas más nos pueden convertir, incluso a los lectores "hardcore", en versiones domesticadas de nosotros mismos... A veces lees sin recordar por qué lo haces, y a veces encuentras el raro escalofrío que te recuerda por qué no has dejado nunca de hacerlo...
En fin, algo así.

1:04 a. m.  

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